[...]
Fingiendo una dulce voz juvenil preguntó:
—¿Cómo has entrado, corazón mío?
—Por el tejado —replicó Véspero.
—¡Qué encanto más listo! Bien, ahora que estás aquí, vayamos a la cama.
Se deshicieron del abrazo y se desvistieron. Mucho antes que Véspero, la mujer se desnudó por completo y se tendió de espaldas. Cuando él la montó y le buscó los pies para ponerlos sobre sus hombros, no los encontró: desde el mismo instante en que se metió en la cama, ella los había levantado y se había abierto la vagina, en espera de su pene.
«En ningún momento sospeché que fuese tan desvergonzada», pensó Véspero. «Pero, ya que lo es, no necesitaré usar mis técnicas más delicadas. Empezaré directamente con una demostración de fuerza.»
Alzándose treinta o cuarenta centímetros por encima de la vagina empujó el pene y atacó.
Ella empezó a chillar como un cerdo en la matanza.
—¡No, no! ¡Con suavidad, por favor!
Véspero le abrió los labios con la mano y emprendió el camino lentamente hacia el interior. Pero pasaba el tiempo y el glande no había entrado más de un par de centímetros.
—Cuanto más cuidadoso soy, más difícil es entrar —dijo Véspero—. Creo que es indispensable que lo haga con un poco más de vigor. Tendrás que soportar algo de dolor antes de empezar a gozar.
Atacó una vez más, con lo que sólo consiguió que ella volviera a chillar:
—¡No! ¡No! ¡Usa al menos un poco de saliva!
—La saliva sólo es para las vírgenes, y ésta es una regla sagrada. Tendremos que hacerlo en seco —volvió a atacar.
—¡No! ¡Esto no funciona! Si no quieres quebrantar la regla, por favor retrocede y deja que yo la ponga.
—De acuerdo.
Cuando él se retiró, ella escupió copiosamente en la palma de su mano, se abrió los labios, puso dentro la mitad de la saliva y frotó el resto en el pene de Véspero.
—Ahora no tendría que haber dificultad alguna, pero entra con suavidad.
No obstante, Véspero estaba ansioso por exhibirse y se negó a tomarse las cosas con tanta calma. Le levantó las piernas y, con un repentino lanzamiento, enterró hasta el puño su objeto largo y grueso en la vagina.
Una vez más, ella comenzó a vociferar.
—¿Cómo es posible que vosotros los intelectuales seáis tan groseros? ¿No os importa que las mujeres muramos o vivamos? ¡Todo entero la primera vez! ¡No me cabe! Sácalo un poquitín.
—¿No te cabe? ¿De modo que crees que todavía está fuera? Tendré que moverlo un poco. ¡Para que no coja frío!
Riendo, ella empezó a moverse otra vez. Fueron muy dolorosas las primeras arremetidas y soltó un ¡aiya! cada una. Pero luego, después de más de cincuenta embestidas, no se oyó nada de sus labios... hasta que, al llegar al centenar, comenzó a gritar ¡aiya! otra vez, pero ahora con deleite y no quejumbrosa. (Aiya tiene un amplio espectro de significados).
Después de varios cientos de arremetidas, la mujer empezó a hacer numerosos movimientos lujuriosos y a musitar incontables gemidos de pasión, suficientes para que a un hombre le resultara imposible contenerse. Véspero tenía que acelerar la matanza y forzarla a correrse para poder hacerlo al mismo tiempo que ella. pero la mujer no carecía de maña, pues aunque ya se había corrido varias veces, cuando él se lo preguntó, respondió:
—No, todavía no.
¿Por qué mintió? Porque, en su condición de suplente, temía perder el lugar en cuanto Fragancia le oyera decir que estaba satisfecha. Como reza el dicho: «Si ha de robarte un funcionario poderoso, cuanto más puedas aplazarlo, mejor».
Véspero la creyó y no se atrevía a correrse. Pero a medida que arremetía, fue perdiendo gradualmente el dominio de sí mismo y tuvo que hacerlo, preocupándose únicamente de ocultárselo a su compañera. Después no se atrevió a parar y siguió como un borracho en un burro, meneando la cabeza a cada paso, perdido por completo el impulso.
Al notar que el pene colgaba lacio, la mujer le preguntó:
—Tesoro, ¿te has corrido?
Véspero temía que se riera de él por su falta de aguante y se vio obligado a decirle que no. Antes de la pregunta, él se había ido debilitando a cada empuje, pero ahora era como un escolar adormilado que, sorprendido por el maestro, de pronto trabaja más arduamente que nunca. Véspero se recompuso y arremetió varios cientos de veces sucesivas sin hacer siquiera una pausa para cobrar aliento. Ella empezó a gritar:
—¡Corazoncito mío, me estoy corriendo! ¡Me muero! No soportaría una sola embestida más. Tenme así abrazada y durmamos. Te ruego que no te muevas.
Entonces Véspero paró y, con el pene dentro de ella, los dos se quedaron profundamente dormidos.
[...]
Li Yu, La alfrombrilla de los goces y los rezos (The Carnal Prayer Mat). Barcelona, 1992. Tusquets Editores. Traducción de Iris Menéndez.
_____________________
Bueno, muy bueno.
ResponderEliminarPor cierto te comunico que ha fallecido Tony Leblanc. Para tu sección de obituarios.
Besazo, guapa.
Oído cocina!!!
ResponderEliminarBesazos, Pitt.
ResponderEliminarSe te ve muy recuperada jajjaja. Besos.
¿No has leído el comentario que te he dejado antes, Loli?
ResponderEliminar:?
Besos.
L,
ResponderEliminarHe llegado a tu blog por un amigo y ya soy tu seguidora 138. Me agrada el tempo de tu relato, la imaginación que emana, la jocosidad y, sobretodo, que hablas -como tiene que ser- sin pelos en la lengua.
Me he divertido leyéndolo. Buen trabajo compañera.
Un abrazo, Ann@
PD. Te invito a mi blog –en el que encontrarás poemas y relatos- de diferente temática. Sería un placer tenerte como lectora. Gracias
http://annagenoves2012.blogspot.com.es/2012/11/dominatrix.html
Lo voy a recomendar en mi Face, en G+ ya lo he hecho. Ann@
ResponderEliminarGracias, Anna. :)
ResponderEliminarEste fragmento no lo he escrito yo, sino LI YU (también conocido como Li Liweng), dramaturgo, poeta, novelista, ensayista y editor chino de la dinastía Qing. Fue uno de los mejores representantes de los literatos que exaltaban los placeres de la vida y el erotismo. En sus obras trató temas como la homosexualidad o el hedonismo.
El libro de este autor que os he presentado es divertidísimo. Te lo recomiendo. ;)
Besos.
ANN@, si te apetece leer mis escritos, busca en el lateral el "Índice de Autores" y pincha sobre mi nick: *L*.
ResponderEliminarMás besos.
Esos momentazos magicos de la primera vez mmmmmmmmmmm
ResponderEliminarA tus PIES
Lo que empezó en violación acabó en astucia femenina. !Dioses chinos o japonenes! No se trata de eso, lástima, o si, va a gustos y a ritmos.
ResponderEliminarLa pintura china o la japonesa exponen el acto con versiones realmente excitantes con su exquisitez añadida, la mayoría grabados en madera y añadido de tintas, maravillas.
Lamento lo de Tony.
Besito *L*, que tengas feliz domingo, te veo en forma y me alegro.
Pobre de nosotros Véspero...tan afortunados y tan ciegos a la vez.
ResponderEliminar