JUAN JOSÉ SAER - El entenado



                                                    Para GLÒRIA,  apasionada lectora ♥,
                                                          a quien recomendé este libro
                                                           y "se me olvidó" comentarle
                                                          (uyssss, menudo despiste!!!)
                                                    que encontraría pasajes como éste..

                                                                               :P





[...] Como la lengua no lograba alcanzar los pezones, sin dejar de meterla y de sacarla, roja, rígida y puntuda, de la boca, la mujer se puso a bramar, mirándose los senos y estrujándoselos, moviéndolos como en círculo cuando se daba cuenta, por momentos, de que la lengua no los tocaba.

Un indio chico y musculoso se le acercó, contemplándola: tenía una verguita nerviosa, vertical, casi pegada al vientre del que era paralela. Obstinada en obtener el contacto de la lengua y los pezones, la mujer, que seguía bramando, lo ignoraba. Viniendo, despacio, por detrás de ella, el indio se le acercó, la consideró un momento, y después, con un salto suave, se pegó a ella, tan estrechamente que su miembro vertical desapareció en la raya que separaba las nalgas firmes y protuberantes, como si la zanja vertical hubiese sido un estuche hecho a su medida. Los brazos del indio rodearon a la mujer y sus manos se apoyaron sobre las manos que estrujaban los senos, sin que la mujer interrumpiese sus bramidos abstraídos y sin que el cuerpo atravesado de estremecimientos rígidos cambiase su posición precedente. Nada, en la expresión de la mujer, ni en su actitud general, denunciaba que hubiese advertido la presencia de ese cuerpo, chico y musculoso, que se pegaba, perentorio, al suyo, más redondo y más abundante. El hombre apoyaba el mentón entre los omóplatos de la mujer y trataba de inducirla, con los brazos, a inclinarse hacia adelante, o incluso, tal vez, a ponerse en cuatro patas, para poder sin duda penetrarla con su verguita vertical que se perdía en la muesca vertical que separaba las nalgas. Pero el cuerpo de la mujer seguía rígido, con las piernas abiertas, las nalgas hacia afuera, las manos que elevaban, estrujándolas, las tetas, la lengua roja y puntuda que entraba y salía y a la que los bramidos mal proferidos a causa justamente de su ir y venir continuo, llenaban de unos filamentos líquidos que escapaban también por las comisuras de los labios y dejaban regueros paralelos a los costados del mentón, y podían ser saliva o baba. Casi con rabia, el hombre seguía clavando, entre las salientes de los omóplatos, el mentón infructuoso. El resto de su cuerpo se pegaba, insistente, al de la mujer, más grande, hasta que la mujer sacó sus propias manos de los senos, estiró los brazos, separándolos del cuerpo y después, con un sacudón del cuerpo, inesperado y brusco, se desembarazó del hombre que fue a caer, de espaldas, en el suelo arenoso. Desdeñosa, la mujer, sin siquiera mirar hacia atrás, pareció salir de su trance y, con paso tranquilo, se perdió en dirección a los árboles.

El hombre, como aturdido, se quedó mirándola. No parecía enojado ni humillado por lo que acababa de suceder. Su miembro, tan perentorio hasta hacía unos momentos, se desinfló de golpe y desapareció entre las piernas; su mirada vidriosa se perdía entre los árboles más con distracción que con indiferencia. Era evidente que la mujer que, como el norte a la brújula, había estado atrayéndolo, ya no ocupaba ningún lugar en sus pensamientos. [...]



JUAN JOSÉ SAER, El entenado, (Barcelona, 1995). Ediciones Destino - Colección Destinolibro, volumen 370.

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2 comentarios:

  1. Si es que hay algunos que...

    Me ha encantado el trocito, tendré que buscarlo para leerlo.

    Un besito, hoy se me ha hecho más largo el día sin haber hablado contigo, ves lo que pasa... Ainsssss...

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  2. Rain, es un libro pelín complicadillo de encontrar. Si no tienes suerte, dímelo y te lo envío. Pero con vuelta, eh?

    Besosssss

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