Estimados lectores de La Petite Mort...,
De nuevo este blog se complace en acoger y presentar una de vuestras deliciosas "invasiones". Sabed todos aquellos que os hayáis incorporado recientemente y que lo desconozcáis que, si os apetece mostrar aquí vuestros escritos más sensuales o sexuales, estáis invitados a hacerlo. ¿Cómo? Pues muy sencillo. Enviándomelos a la dirección de correo electrónico que aparece en mi perfil.
¡GRACIAS por vuestra generosidad! :)
AUTOR: CHARO.
BLOG: "¿Quieres que te cuente?" (CLICK)
TÍTULO: Lo mejor que sé hacer.
El día se presentaba como otros tantos de mi vida, rutinario y anodino: sola en casa limpiando, haciendo la compra y esperando la noche para que Luis llegara a casa, cenáramos y él se fuera a la cama alegando un cansancio lógico pero cada vez más recurrente. Cada vez hacíamos menos el amor y, cuando lo hacíamos, era algo también rutinario, sin pasión, como algo que hay que hacer cada cierto tiempo.
Sin embargo, para bien o para mal esta vez iba a ser muy diferente.
Al dejar el carrito de la compra junto con los demás después de cargar las bolsas en el coche, encontré un bolso justo en el de delante. Debería haberlo entregado en información, en cambio, lo cogí y me lo llevé. La sensación de estar haciendo algo poco correcto pululaba por mi mente, aunque conseguí olvidarlo pronto. Pensaba devolverlo, pero antes quería curiosear un poco.
El bolso en sí no era nada especial: ninguna marca conocida, color marrón, tamaño medio y piel desgastada por el uso. Fui sacando su contenido y revisándolo. No había teléfono móvil, ni llaves. En la cartera, todo tipo de tarjetas y treinta euros. Según su D.N.I. no vivía muy lejos de mi casa. Un paquete de Nobel, un encendedor, un pintalabios y una bolsita de terciopelo negro con una especie de platillo volante de color rosa dentro. Del tamaño de una pelota de tenis ligeramente aplastada, la parte de arriba terminaba en una punta redondeada. En la parte de abajo tenía un botón de encendido con tres posiciones. Lo accioné y comenzó a vibrar. Será un juguete de niño, pensé.
Por la tarde me acerqué a la dirección que constaba en el D.N.I., toqué el timbre y una chica de unos treinta años con una bata blanca me abrió la puerta. Sin darme tiempo a decir nada, su cara se iluminó con una sonrisa.
—¡Has encontrado mi bolso! —exclamó—. ¡Muchas gracias! Pensé que no volvería a verlo. Pasa, por favor. Estoy terminando con un cliente pero si te esperas un poquito te invito a un café.
No tenía nada mejor que hacer así que acepté. La sala de espera era muy acogedora, pequeña pero bien decorada. Un aroma a canela y naranja se desprendía de un quemador en una mesita. La luz, tamizada por unos estores negros, y la música india invitaban a la relajación. En la pared algunos diplomas de reflexología, reiki, kinesiología, masaje tailandés y masaje tántrico. Me senté en el sofá, cerré los ojos y me dejé llevar por la música.
Creo que estaba dormida cuando ella entró con una bandeja.
—Espero que te guste el té —dijo—. Se me ha terminado el café.
Cuando se inclinó hacia mí para servirme, no pude evitar que mi mirada se dirigiera hacia su escote. No llevaba sujetador. Tiene unas tetas preciosas, pensé comparándolas con las mías. Ella era muy guapa. Llevaba su largo y negro pelo recogido en una coleta alta. Sus ojos eran grandes y oscuros, y tenía los labios más sensuales que había visto jamás. Según me contó, era española aunque sus padres procedían de India.
Comenzamos a hablar de cosas triviales. La chica era muy divertida y la verdad es que yo me encontraba muy a gusto. Después del té nos tomamos unos chupitos de arándanos que ella misma preparaba. Un poco achispada por el alcohol, le pregunté por lo que había en la bolsita de terciopelo negro.
—Es un masajeador muy especial —me dijo—. Si quieres te enseño cómo funciona, pero primero déjame que te dé un masaje tántrico que es lo que mejor sé hacer.
Pasamos a otra habitación con un futón en el suelo, cojines de raso alrededor e iluminado por velas de todos los colores y tamaños. Otra vez escuchaba esa vocecita en mi cabeza que me advertía que lo que hacía no estaba bien, aunque conseguí de nuevo apartarla de mi mente. Me sentía bien.
—Desnúdate y túmbate en el suelo.
—¿Del todo? —pregunté un poco turbada.
—Es lo mejor. De ese modo ambas estaremos más cómodas.
No quería parecer mojigata, así que me quité el tanga y el sujetador y me tumbé. Cuando lo hice, algo duro se me clavó en el muslo. ¡Qué gracia! Era un móvil igualito que el de Luis, con una funda idéntica a la que yo le había regalado.
—¡Ah! —exclamó restándole importancia— Seguramente se le cayó al cliente anterior. Ya volverá a buscarlo mañana.
Yo estaba un poco nerviosa. El hecho de estar totalmente desnuda delante de una desconocida me violentaba un poco, pero a la vez notaba cierta excitación. Hacía mucho tiempo que no tenía sexo y empezaba a necesitarlo. Sentí cómo se arrodillaba a mi lado y me separaba un poco las piernas. Un ligero cosquilleo recorrió todo mi cuerpo.
—Así está mejor. Necesito poder llegar a todos tus rincones.
El tono de su voz había cambiado. Era más suave y sensual. Cerré los ojos y me dejé llevar. Oí cómo frotaba sus manos con el aceite de romero. El olor llegó hasta mi nariz. Comenzó a masajear mi espalda muy lentamente. Sus manos resbalaban sobre mi piel haciendo círculos, subiendo y bajando, despacio, suave. Subía hasta mi nuca y bajaba recorriendo mi columna como una serpiente. Cuando llegó hasta la curvatura de mis nalgas, sentí un increíble escalofrío en mi sexo. ¡Un poco más abajo!, gritaba para mis adentros presa de un deseo incontrolable. Sin embargo, ella volvía a llevar sus manos en sentido opuesto dejándome con las ganas y las metía después por los costados rozando levemente mis pechos. Yo quería darme la vuelta deseando que amasara mis senos brillantes por el aceite y con los pezones duros. Sin avisar, deslizó sus dedos por mi columna vertebral y los introdujo entre mis nalgas; bajaba por los muslos y volvía a subir tocando ligeramente mi sexo. Así estuvo un buen rato. Mi excitación iba en aumento. Estoy muy mojada, pensé. Se dará cuenta. Sin embargo, eso no me importaba demasiado y menos aún después de que ella se despojara de la bata y comenzara a restregar su cuerpo desnudo sobre mi piel. En un momento sentí sus pechos en mi espalda, en mis muslos, en mis nalgas...
—Date la vuelta —me dijo al oído— y te enseñaré el juguetito.
Cogió el ovni rosa con una mano mientras que con los dedos de la otra comprobaba mi grado de excitación. Instintivamente abrí un poco más las piernas. Una parte de mí se resistía a continuar pero la vuelta atrás era ya imposible. Encendió el juguete y lo colocó sobre mi clítoris moviéndolo arriba y abajo, primero despacio y luego más deprisa. No tardé mucho en sentir que me iba. Ella, al darse cuenta, hundió su lengua en mi boca para sofocar así el grito de placer que emití a continuación.
Cuando vi la hora pensé que Luis ya habría llegado a casa. Cogí mi móvil y marqué su número para avisarle de que llegaría más tarde.
El timbre clásico de un teléfono comenzó a sonar al lado del futón.
_____________
Comenzamos a hablar de cosas triviales. La chica era muy divertida y la verdad es que yo me encontraba muy a gusto. Después del té nos tomamos unos chupitos de arándanos que ella misma preparaba. Un poco achispada por el alcohol, le pregunté por lo que había en la bolsita de terciopelo negro.
—Es un masajeador muy especial —me dijo—. Si quieres te enseño cómo funciona, pero primero déjame que te dé un masaje tántrico que es lo que mejor sé hacer.
Pasamos a otra habitación con un futón en el suelo, cojines de raso alrededor e iluminado por velas de todos los colores y tamaños. Otra vez escuchaba esa vocecita en mi cabeza que me advertía que lo que hacía no estaba bien, aunque conseguí de nuevo apartarla de mi mente. Me sentía bien.
—Desnúdate y túmbate en el suelo.
—¿Del todo? —pregunté un poco turbada.
—Es lo mejor. De ese modo ambas estaremos más cómodas.
No quería parecer mojigata, así que me quité el tanga y el sujetador y me tumbé. Cuando lo hice, algo duro se me clavó en el muslo. ¡Qué gracia! Era un móvil igualito que el de Luis, con una funda idéntica a la que yo le había regalado.
—¡Ah! —exclamó restándole importancia— Seguramente se le cayó al cliente anterior. Ya volverá a buscarlo mañana.
Yo estaba un poco nerviosa. El hecho de estar totalmente desnuda delante de una desconocida me violentaba un poco, pero a la vez notaba cierta excitación. Hacía mucho tiempo que no tenía sexo y empezaba a necesitarlo. Sentí cómo se arrodillaba a mi lado y me separaba un poco las piernas. Un ligero cosquilleo recorrió todo mi cuerpo.
—Así está mejor. Necesito poder llegar a todos tus rincones.
El tono de su voz había cambiado. Era más suave y sensual. Cerré los ojos y me dejé llevar. Oí cómo frotaba sus manos con el aceite de romero. El olor llegó hasta mi nariz. Comenzó a masajear mi espalda muy lentamente. Sus manos resbalaban sobre mi piel haciendo círculos, subiendo y bajando, despacio, suave. Subía hasta mi nuca y bajaba recorriendo mi columna como una serpiente. Cuando llegó hasta la curvatura de mis nalgas, sentí un increíble escalofrío en mi sexo. ¡Un poco más abajo!, gritaba para mis adentros presa de un deseo incontrolable. Sin embargo, ella volvía a llevar sus manos en sentido opuesto dejándome con las ganas y las metía después por los costados rozando levemente mis pechos. Yo quería darme la vuelta deseando que amasara mis senos brillantes por el aceite y con los pezones duros. Sin avisar, deslizó sus dedos por mi columna vertebral y los introdujo entre mis nalgas; bajaba por los muslos y volvía a subir tocando ligeramente mi sexo. Así estuvo un buen rato. Mi excitación iba en aumento. Estoy muy mojada, pensé. Se dará cuenta. Sin embargo, eso no me importaba demasiado y menos aún después de que ella se despojara de la bata y comenzara a restregar su cuerpo desnudo sobre mi piel. En un momento sentí sus pechos en mi espalda, en mis muslos, en mis nalgas...
—Date la vuelta —me dijo al oído— y te enseñaré el juguetito.
Cogió el ovni rosa con una mano mientras que con los dedos de la otra comprobaba mi grado de excitación. Instintivamente abrí un poco más las piernas. Una parte de mí se resistía a continuar pero la vuelta atrás era ya imposible. Encendió el juguete y lo colocó sobre mi clítoris moviéndolo arriba y abajo, primero despacio y luego más deprisa. No tardé mucho en sentir que me iba. Ella, al darse cuenta, hundió su lengua en mi boca para sofocar así el grito de placer que emití a continuación.
Cuando vi la hora pensé que Luis ya habría llegado a casa. Cogí mi móvil y marqué su número para avisarle de que llegaría más tarde.
El timbre clásico de un teléfono comenzó a sonar al lado del futón.
_____________
Ejemmmmmmmmmm!!!!!!!!
ResponderEliminarUfffffffff...
Y también:
Oioioioioiiiiiiii...
Tocayita mía: creo que con esas onomatopeyas lo digo todo, no? ^_^
MUCHAS GRACIAS por tu estupenda invasión. Me ha sorprendido y encantado (así, todo junto). Ah!!! Y gracias también por la espera (GLUPSSS!!!). Cuando quieras repetir experiencia, ya sabes. ;)
Besos.
*L*
MUy bueno este relato, con un final de los que me gustan y muy muy muy subidito jajaja
ResponderEliminarfelicidades
Me ha encantado!!
ResponderEliminarCharo, espero la continuación jjajaa
Besos a las dos!!
Vaya, mira que ya lo conocía, pero lo he disfrutado de inicio a fin, aunque del fin me acordaba, jeje.
ResponderEliminarBesos a ambas.
Muy buen relato me ha encantado... FELICITACIONES!!!
ResponderEliminarMuy buen escrito, con estilo para lo sensual. La mujer del relato no puede reprocharle nada, si es que desea hacerlo.
ResponderEliminarTiene una sensualidad fuerte sin caer en la vulgaridad. Me gusta, aunque el final está demasiado abierto. (Con perdón).
ResponderEliminarBesos a las dos.
Muy bien llevado todo el relato, sensual y excitante, con un final que deja las puertas abiertas a un continuará. Me gusto Charo.
ResponderEliminarUn beso a la autora y un beso a la anfitriona.
(*L* igual otras jueveras se atreven...)
Gracias por vuestros comentarios, creo que los jueveros deberíamos proponer un día el tema erótico,¿o heriría sensibilidades? Yo creo que a todos los que nos encanta el blog de *L* nos gustaría ¿no?.
ResponderEliminarEn cuanto a lo de la continuación...pues me lo voy a pensar !
Besos a todos y de nuevo gracias a *L* que ne ha ayudado con pequeños matices.
Me sonrojé un poco....( nada más que un poco ;).
ResponderEliminarMuy bien escrito en un registro difícil para que no sea vulgar.
Felicitaciones a Charo.
Gracias a *L* por su generosidad.
besos a ambas.