Ni mujeres mayores, ni exuberantes, ni ligeras de ropa, ni activas sexualmente. Con ellas sólo sufría gatillazo tras gatillazo. A él lo que le excitaba de verdad eran las jóvenes sumisas, calladas y, a ser posible, asustadizas. Y, después de lo del almohadón, maquillarlas un poquito para que parecieran vivas.
*L*
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Lo que menos tiene una sumisa es no vivir plenamente los momentos
ResponderEliminarUn beso, preciosa, *L*
Todo un efecto sorpresa tiene tu relato.
ResponderEliminarUn abrazo.
Aparentemente goza de ambas conductas..
ResponderEliminarCariños *L*