Se acercaba la fecha y aún no había enviado la carta. Con sus finos dedos retiró con cuidado la lágrima que había caído sobre el papel mientras la redactaba para que no se emborronaran esas dos líneas escritas. Dobló la cuartilla y la metió en un sobre un poco más grande que el del año anterior y con el cuadro del destinatario escrito en letras mayúsculas y subrayado con rotulador fosforito. Confiaba en que, de ese modo, aquellos reyes que decían que hacían magia le concedieran su deseo y, por fin, su tío le dejara de hacer aquellas cosas.
***Más cuentos de Navidad en casa de Matices:
Mirad qué imagen más chuli ha tuneado
para mí la convocante de este juevero:
GRACIAS, Matices!!!
:)
Conmociona, que el pedido de una inocente criatura tenga que ser precisamente "ese"...
ResponderEliminarQué penosa situación!
Besos!
Gaby*
Duro y contundente, pero el mundo de los deseos no tiene límites y este es el suyo.
ResponderEliminarBesos!!
Gracias a ti por participar!!
Me esperaba algo amable, pero no vomitivo. Cuándo acabaremos con esta lacra demente.
ResponderEliminarEs un relato duro pero por desgracia bastante real!
ResponderEliminarUn beso