Estimados lectores de La Petite Mort...,
De nuevo este blog se complace en acoger y presentar una de vuestras deliciosas "invasiones". Sabed todos aquellos que os hayáis incorporado recientemente y que lo desconozcáis que, si os apetece mostrar aquí vuestros escritos más sensuales o sexuales, estáis invitados a hacerlo. ¿Cómo? Pues muy sencillo. Enviándomelos a la dirección de correo electrónico que aparece en mi perfil.
¡GRACIAS por vuestra generosidad! :)
AUTOR: NAMOR.
BLOG: "Imaginarium erótico" (CLICK)
Lydia
salió de la oficina al mediodía. Su jornada laboral había finalizado y decidió
aprovechar la tarde para ir a la playa. Como no tenía pensado pasar por casa ni
para coger su bikini, decidió ir a una pequeña cala nudista donde no habría
apenas gente dadas las fechas en las que se encontraban. En menos de una hora estaba bajando por
el empinado camino que la llevaba hasta la fina arena blanca de la cala.
Había
cogido una toalla que dejaba siempre en el coche para esas emergencias de
última hora. Como supuso, no había más de media docena de personas que, como
ella, habían tenido la misma idea de darse un pequeño respiro en la mitad de
aquella semana. Se desnudó sin dar importancia a que
algún que otro caballero la estuviese observando. No obstante, esas pequeñas
cosas le hacían subir su autoestima. Tanto es así que obsequió con una pícara
sonrisa a cierto voyeur que con un movimiento de cabeza agradeció el
desnudo de su bonito cuerpo.
A pesar de estar todavía en mayo, el sol
calentaba con fuerza. Lydia se tumbó sobre la arena y al poco rato decidió
darse un baño para tratar de aliviar el calor. Cuando volvió a la toalla dejó que
el sol y el aire cálido del mar fuesen secando su piel. Cerró los ojos y se
dejó llevar por un sueño placentero. De repente sintió que algo acariciaba sus
pies en dirección a los muslos. Estremecida, abrió un poco sus piernas para que
el contacto fuese completo. Su sexo comenzó a humedecerse mecido por las
caricias ofrecidas. En el justo momento en que emitió su primer gemido, los
movimientos cesaron sobre aquella zona para continuar por su abdomen y
recorriendo con suavidad el camino que le llevaba hacia sus pechos. El suave
roce se concentró de tal modo sobre sus senos bañados por el salitre marino,
que sus pezones se irguieron endurecidos al máximo.
Ajena a las posibles miradas de otros y
centrada en el placentero masaje al que estaba siendo sometida, Lydia
comenzó a moverse con disfrute. Las caricias viraron hasta perderse poco
a poco entre el ensortijado monte de Venus. Muy cerca, su clítoris esperaba
algo de atención sobresaliendo bajo la piel que lo protegía... Justo en ese preciso instante, la brisa
marina se transformó en una húmeda y caliente lengua que iba lamiendo en todas
las direcciones los jugos que brotaban del tierno y rosado sexo. Abriendo un poquito más las piernas, Lydia permitió que ésta accediera
con mayor facilidad a aquel lascivo rincón que atesoraba su pequeño botoncito
de placer. Imaginó que se trataba de una sugerente
boca masculina y que sus labios besaban todo su sexo succionándolo con
delicadeza, mientras la lengua continuaba horadando hacia el interior, sin
premura pero sin detenerse ni un solo instante.
Los primeros espasmos del orgasmo
comenzaron a aflorar por todo su cuerpo. Lydia se agarró con fuerza a la toalla
y se abandonó a aquella boca que lamía, besaba y chupaba al ritmo que su
pensamiento le marcaba. Cuando por fin le asaltó el estallido de
placer, se mordió los labios para que su intenso y prolongado gemido no hiciera
sospechar al resto de bañistas lo que realmente había ocurrido con aquella
juguetona brisa marina.
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