Etimología del verbo follar




-Me imaginaba que venía a lo que
todos entienden por FOLLAR!!!



Gregorio Morales en su ya descatalogado libro Antología de la literatura erótica: el juego del viento y la luna¹ hizo un interesante estudio sobre la palabra follar:


     Considero el verbo follar como un pobre término, debido a su destino brillante al principio y malhablado después, al igual que esos imperios que caen en picado tras la más excelsa gloria. Profusamente empleado en la intimidad, ha sido sistemáticamente evitado en público, y sólo hoy comienza a salir de las tinieblas y a pronunciarse con libertad. Eso sí, no sin cierta sofocación, ya que no se ha liberado en absoluto de su tinte obsceno y libidinoso. Por su misma y escueta sonoridad, seguirá probablemente por mucho tiempo condenado a tener un aura intestina. ¡Y, sin embargo, su origen es tan digno! Viene de la palabra latina follicare («soplar», «respirar»), proveniente a su vez de follis («fuelle»). Follicare ha dado en nuestra lengua folgar y holgar, de donde a su vez derivan «juerga» y «huelga». Folgar y holgar, cruzándose probablemente con otras palabras de parecida fonética y significado (así futuere, «joder»), evolucionan a follar, término que Corominas documenta hacia 1905, pero que sin duda es muy anterior.
     En su primitiva acepción, por tanto, folgar u holgar no significan otra cosa que «retozar», «jugar», «estar libre de las ocupaciones habituales».
      Es como lo entiende el cándido gatito del chiste, el cual se topa con un gato mayor que le propone ir a follar; encuentran a dos gatas junto a una fuente, pero cuando se aproximan, éstas huyen; las persiguen, dan una, dos, tres, diez vueltas a la fuente, sin alcanzarlas. El gatito, exhausto, le dice a su amigo: «¡Follo una vuelta más y me voy!»
     Como para el inocente animal, el verbo acotaba en su origen un tiempo de esparcimiento, ajeno a las preocupaciones y consagrado al juego, al recreo de la vista, de los sentidos, de la conversación... No excluía el acto sexual, pero su significado iba más allá de la mera posesión, que es donde hoy día se queda. En la acepción primitiva, lo utilizaba Juan de Timoneda, el cual nos cuenta en El Patrañuelo (1567) cómo estando Celicea con su pretendiente Tancredo, es descubierta por el marido, que la ata a un pilar de la casa; pero una vecina suya llamada Marquina accede a ocupar su lugar y ella


          contenta desatada que fue (...), ató muy bien a Marquina, y
     fuese a holgar con su amante.


     Cervantes también uliliza repetidamente la palabra en El Quijote. Sancho le reprocha a su amo:

          Paréceme, señor mío que todas estas desventuras que estos
     días nos han sucedido, sin duda alguna han sido pena del pecado
     cometido por vuestra merced contra la orden de su caballería,
     no habiendo cumplido el juramento que hizo de no comer pan a
     manteles ni con la reina folgar...


     Lamentablemente, esa atmósfera de gozoso erotismo había comenzado a perderse ya varias décadas atrás, siendo progresivamente sustituida por la más descarnada lascivia o por la sátira culpable y maledicente.
     La carajicomedia (1519), el largo poema que cuenta las correrías de fray Diego Fajardo para enderezar su decaído miembro y que pertenece a la primera de las corrientes citadas (es decir, la que exhibe una descarnada lascivia), define con esta apabullante rotundidad la lujuria:

                    Es la lujuria, do quiera que mora
                    vicio que todos los coños cohonde;
                    entre el pendejo y el culo se esconde,
                    y todos los zumos de pichas devora.
                    Sirve carajos, carajos adora,
                    de pichas ajenas golosa garganta,
                    de grandes cojones jamás no se espanta,
                    come de aquello que l'dan toda hora.


¡Las cosas no pueden estar más claras! Al pan, pan, y al vino, vino. Resulta difícil ahorrarse la evocación de la dicha que todos los niños sienten mentando palabras prohibidas...
     Quevedo, al que hay que adscribir a la segunda de las corrientes hispánicas mencionadas (la sátira maledicente), da la siguiente definición de amor:


                    ¿Consentir que la aparte la camisa?
                    ¿Hallarlo limpio y encajarlo justo?
                    Esto es amor y lo demás es risa.


Dicho de otro modo: ir directo al grano. Nada de


                    ¿rogarla? ¿desdeñarla? ¿amarla? ¿huirme?
                    ¿seguirla? ¿defenderse? ¿asirla? ¿airarse?
                    ¿querer y no querer? ¿dejar tocarse?
                    ¿y a persuasiones mil mostrarse firme?


No, nada de eso, sino «consentir que la aparte la camisa» y «hallarlo limpio y encajarlo justo». Follar, sin escarceos, sin preliminares, sin seducción.
     La famosa escena mítica en que Vulcano es enardecido por Venus, de la que Virgilio, con su habitual elegancia, nos dice que «con sus nevados brazos ciñe blandamente al esposo, que titubea al principio, mas luego de pronto siente en sí el acostumbrado ardor», se convierte para Quevedo en un acto en el que Venus actúa simple y llanamente como «una puta»; nos la describe alzándose impúdicamente la falda, momento en que Vulcano


                    arrojó las tenazas denodado
                    lleno de tizne y del hollín vestido,
                    tentó la hornaza do formó a Cupido,
                    y echó las bragas y el mandil al lado.


Venus lo recibe complaciente:


                    ...al defenderse tuvo manos mancas,
                    por estarlo la puta deseando:
                    Por más que dijo era porquería.
                    Se estuvo queda y alargó las ancas,
                    al ajo y queso de que fue gustando.



    Y aunque, como vemos, Quevedo sigue la máxima de que «han de ser los contentos deseados,/ si no, no dan placer ni valen nada», la culpabilización que hace del disfrute femenino muestra en qué se estaba convirtiendo el otrora cándido, desenfadado y libre erotismo español.
     La palabra holgar, pues, se desviaba de sus orígenes para contaminarse de la lascivia imperante y, con ella, descender hacia lo más secreto. Cada vez aparecerá menos en la literatura, sustituida por múltiples expresiones, la más usual de las cuales, probablemente por su parecido fonético, será fornicar. Su origen hay que buscarlo en los puentes (fornices) bajo los que solían situarse las prostitutas romanas a la espera de clientes. Pero incluso esta palabra lleva en sí, como un reflejo de la otra, algo abyecto, y será fundamentalmente monopolizada por los moralistas para significar la pecaminosa caída que conlleva toda unión sexual.
     En comparación, ¡qué poética se nos antoja la perífrasis china del juego del viento y la luna! Se refiere a lo mismo, pero vuelve al origen del término, haciendo de nuevo alusión a lo lúdico, al recreo, a la naturaleza. De ahí que sintetice, como primitivamente «holgar» o «folgar», cuanto debe conllevar todo verdadero erotismo, el cual se crece en la posibilidad y se disminuye en el acto; o dicho en otras palabras, es directamente proporcional a la atmósfera, a la sugerencia, a la metáfora, a la imaginación, e inversamente proporcional a la fisiología o a la coprolalia.



*** El párrafo que viene a continuación no es de Gregorio Morales, sino la definición del término holgar que extraído del diccionario etimológico de Joan Coromines² :

Holgar ʻdescansarʼ, ʻestar ociosoʼ, h. 1140; ʻdivertirse, disfrutar, alegrarseʼ, med. s. XIV. Antiguamente folgar, palabra común a las tres lenguas romances hispánicas, procedente del lat. tardío FŌLLĬCARE ʻresollar, jadearʼ, ʻser holgado (el calzado, etc.)ʼ, deriv. de FŎLLIS ʻfuelleʼ. Las dos acepciones latinas coincidieron enla primera castellana, por la imagen del caminante que se detiene para tomar aliento en una cuesta, y por comparación del ocio con la holgura de las prendas de vestir.


______________________________

¹ Gregorio Morales, Antología de la literatura erótica: el juego del viento y la luna. Madrid, 1998. Espasa Calpe.
² Joan Coromines, Breve diccionario etimológico de la lengua española. Madrid, 2008. Editorial Gredos - RBA Coleccionables. Prólogo de José Antonio Pascual.

8 comentarios:

  1. lo que aprendo contigo...je,je

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  2. JAJAJAJAJA...

    Aprender nunca viene mal. ^_^

    Besitosssss


    Pd.: Mor, hoy follo!!!!!

    :P


    con

    furé

    de

    fatatas!!!!!!!!!


    XD

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  3. Yo hoy no...MAÑANA.ja,ja,ja

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  4. JAJAJAJAJA... Cuidado, Vicente, que la locura se pega!!! ^_^

    Besos.

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  5. Pues yo (como el gato del chiste) follo con vosotros un par de vueltas más y me voy para casa, que esto cansa un güevo. La próxima me avisáis para venir entrenado..., qué manera de dar vueltas por diooooo!!! Jejejeje.

    Besitos cansados de correr...

    Gracias "L" por mantener nuestro intelecto al día.

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  6. Muy instructivo el articulo,y que rico es el idioma castellano...un saludo

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  7. Lo dicho, hay que separar amor de follar ¿verdad?

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