ARISTÓFANES - Lisístrata






La satiriasis posee a los hombres


       (LISÍSTRATA sale de la Acrópolis.)


LISÍSTRATA.—Eh, eh, mujeres, venid aquí conmigo, rápido. (Salen varias.)
MUJER.—¿Qué pasa? Dime, ¿qué gritos son ésos?
LISÍSTRATA.—Un hombre, un hombre veo que viene enloquecido, preso 
   del trance de Afrodita. ¡Oh Señora que reinas en Chipre, en Citera y en 
   Pafos, ven por ese camino derecho1 por que vienes!
MUJER.—¿Dónde está, sea quien sea?
LISÍSTRATA.—Junto al tempo de Cloe2.
MUJER.—Sí que está ahí, por Zeus. ¿Pero quién es?
LISÍSTRATA.—Mirad. ¿Alguna le conoce?
MIRRINA.—Yo, por Zeus: es mi marido Cinesias3.
LISÍSTRATA.—Es ya cosa tuya el asar a ése y darle vueltas y seducirlo y 
   amarlo y no amarlo y darle todo menos lo que sabe la copa4.
MIRRINA.—Descuida, lo haré.
LISÍSTRATA.—Y yo te ayudaré a seducirlo, quedándome aquí, y te ayudaré 
   a asarlo. Marchad vosotras.


       (Se retiran las demás mujeres. Entra CINESIAS, seguido de un 
       esclavo con un niño.)


CINESIAS.—¡Desdichado de mí, qué convulsiones se me vienen, qué 
   calambres como si me atormentaran en la rueda!
LISÍSTRATA.—¿Quién eres tú, que te has metido detrás de los centinelas?
CINESIAS.—¡Yo!
LISÍSTRATA.—¿Un hombre?
CINESIAS.—Sí, un hombre.
LISÍSTRATA.—¿Y no te vas a paseo?
CINESIAS.—Y tú que me echas, ¿quién eres?
LISÍSTRATA.—Una centinela de día.
CINESIAS.—Por los dioses, llámame a Mirrina.
LISÍSTRATA.—¡Que te llame a Mirrina! ¿Y tú quién eres?
CINESIAS.—Su marido, Cinesias de Peónidas5.
LISÍSTRATA.—Buenos días, querido. Tu nombre no carece de fama entre 
   nosotras ni es desconocido. Siempre tu mujer te tiene en los labios. Y si 
   coge un huevo o una manzana dice «Ojalá fuera para Cinesias»6.
CINESIAS.—¡Oh, por los dioses!
LISÍSTRATA.—Sí, por Afrodita. Y si sale entre nosotras una conversación 
   sobre hombres, enseguida dice tu mujer que al lado de Cinesias todo lo 
   demás es tontería.
CINESIAS.—Anda, llámala.
LISÍSTRATA.—¿Y qué? ¿Me darás algo?
CINESIAS.—Te daré esto, si quieres. (Hace un gesto obsceno.) Esto es lo 
   que tengo, y lo que tengo, eso te doy.
LISÍSTRATA.—Ea, voy a bajar ahí a llamarla para ti. (Sale.)
CINESIAS.—Corriendo, porque no tengo ningún placer en la vida desde 
   que ella se fue de la casa, sino que sufro cuando llego a ella y me parece 
   que todo está vacío y no saco ningún placer de nada cuando como. Es 
   que estoy en erección.




MIRRINA.—(Desde arriba, sin salir. Se dirige a LISÍSTRATA.) Yo le quiero, 
   le quiero, pero no se deja querer por mí. No me llames para que vaya 
   con él.
CINESIAS.—Mirrinita guapísima, ¿qué estás haciendo? Baja aquí.
MIRRINA.—Por Zeus, ahí yo no bajo.
CINESIAS.—¿No vas a bajar llamándote yo, Mirrina?
MIRRINA.—Me llamas sin que yo te haga falta para nada.
CINESIAS.—¿Que no me haces falta? ¡Si estoy hecho polvo!
MIRRINA.—Me voy.
CINESIAS.—No, escucha por lo menos al niño. (Al NIÑO.) ¿No llamas a 
   mamita?
NIÑO.—Mamita, mamita, mamita.
CINESIAS.—¿Qué te pasa? ¿No te da pena del niño que hace seis días 
   que está sin lavar y mamar?
MIRRINA.—Claro que me da pena, pero es que su padre es un dejado.
CINESIAS.—Baja, demonios, por el niño.
MIRRINA.—¡Qué cosa es ser madre! Hay que bajar. ¿Qué hacer si no ?
CINESIAS.(Para sí.) Ésta me parece hasta mucho más joven y mira con 
   más dulzura. Hasta su mal humor contra mí y su hacerse de rogar, esto mismo me consume de deseo.
MIRRINA.(Llega junto a CINESIAS, coge al NIÑO.) Amorcito, hijito mío 
   de un mal padre, deja que te bese, lo más querido para tu mamita.
CINESIAS.—¿Por qué haces esto, mala, y escuchas a otras mujeres? Me 
   haces sufrir y tú te haces daño. (Quiere abrazarla.)
MIRRINA.—No me acerques la mano.
CINESIAS.—Y nuestras cosas, tuyas y mías, que están en casa, las dejas 
   que se pierdan.
MIRRINA.—Me traen sin cuidado.
CINESIAS.—¿Te trae sin cuidado la trama que te deshacen las gallinas?
MIRRINA.—De verdad, por Zeus.
CINESIAS.—Y los ritos de Afrodita, hace tanto tiempo que no los has 
   celebrado. ¿No vienes otra vez?
MIRRINA.—Yo no, por Zeus, hasta que no os reconciliéis y terminéis la 
   guerra.
CINESIAS.—Bueno, si tú quieres, haremos también eso.
MIRRINA.—Bueno, si queréis eso, entonces me iré a casa; pero ahora lo 
   tengo prohibido con juramento.
CINESIAS.—Por lo menos, acuéstate conmigo, después de tanto tiempo.
MIRRINA.—De ninguna manera. Pero no te voy a decir que no te quiera.
CINESIAS.—¿Me quieres? ¿Y por qué no te has acostado ya, Mirrinín?
MIRRINA.—¿Delante del niño, payaso?
CINESIAS.—Llévatelo a casa, Manes. (El ESCLAVO se va a casa con el 
   NIÑO.) Ea, ya te han llevado al niño. ¿No te acuestas?
MIRRINA.—¿Y dónde se podría hacer eso calamidad?
CINESIAS.—¿Dónde? La cueva de Pan está bien.
MIRRINA.—¿Y cómo voy a entrar después pura en la Acrópolis?7.
CINESIAS.—Muy sencillo, te lavas en la Clepsidra8.
MIRRINA.—¿Y voy a violar un juramento, después de haberlo prestado, 
   malvado?
CINESIAS.—Que caiga sobre mí. No te preocupes del juramento.
MIRRINA.—Ea, voy a traer para los dos una camita.
CINESIAS.—De ninguna manera. Podemos hacerlo en el suelo.
MIRRINA.—No por Apolo, no te voy a hacer acostarte en el suelo, aunque 
   seas como eres. (Sale.)
CINESIAS.(Para sí.) Esta mujer me quiere, es bien claro.
MIRRINA.(Volviendo con la cama.) Aquí está, échate de una vez, y ya 
   me desnudo. Pero, ahora que me acuerdo, hay que traer una estera.
CINESIAS.—¿Qué estera es ésa? No me hace falta.
MIRRINA.—Sí, por Artemis, es vergonzoso hacerlo sobre un catre.
CINESIAS.—Déjame besarte.
MIRRINA.—Un momento. (Se va.)
CINESIAS.—¡Vaya! Ven aprisa.
MIRRINA.—(Volviendo.) Aquí está la estera. Échate, ya me desnudo. Pero, 
   me olvidaba, no tienes almohada.
CINESIAS.—Ni me hace falta para nada.
MIRRINA.—Pero a mí sí. (Se marcha otra vez.)
CINESIAS.—¿Es que mi miembro es Heracles invitado a un festín?9.




MIRRINA.(Volviendo.) Levántate, ponte de pie. (CINESIAS  se levanta, 
   ella le pone la almohada.) Ya lo tengo todo.
CINESIAS.—Todo, todo. Ven aquí, tesorín.
MIRRINA.(Sin acercarse.) Ya me suelto el sostén10. Y acuérdate bien: 
   no me engañes sobre la paz.
CINESIAS.—Antes me muera, por Zeus.
MIRRINA.—Pero no tienes cobertor.
CINESIAS.—¡Ni falta que me hace, por Zeus, sólo quiero joder!
MIRRINA.—No te preocupes, vas a hacerlo. Vuelvo enseguida. (Se va.)
CINESIAS.—Esta individua va a reventarme con sus mantas.
MIRRINA.(Volviendo con el cobertor.) Levántate.
CINESIAS.—Ésta ya está levantada.
MIRRINA.—¿Quieres que te perfume?
CINESIAS.—Por Apolo, a mí no.
MIRRINA.—Por Afrodita, si quieres como si no . (Se marcha otra vez.)
CINESIAS.—¡Que se le vierta el perfume, Zeus poderoso!
MIRRINA.—(Volviendo con un tarro.) Pon la mano y frótate con el perfume.
CINESIAS.—(Oliéndolo.) Este perfume no es de buen olor, por Zeus, 
   es «demorador» y no huele a sexo.
MIRRINA.—Tonta de mí, he traído el perfume de Rodas11.
CINESIAS.—Es bueno, déjalo estar, maldita.
MIRRINA.—Estás de broma. (Se marcha.)
CINESIAS.(Para sí.) Muera de mala suerte el primero que coció un
    perfume12.
MIRRINA.(Volviendo con otro tarro.) Toma este tarro.
CINESIAS.—Pero si tengo otro. Acuéstate, pesada, y no me traigas nada.
MIRRINA.—Así lo haré, por Ártemis. Ves, ya me descalzo. Pero, amor mío, 
   que votes a favor de la paz.
CINESIAS.—Pensaré sobre ello. (MIRRINA se escapa.) Me ha matado y 
   me ha reventado esta mujer con todo lo demás y para colmo me ha 
   pelado13 y se ha largado.
   ¿Qué cosa hacer? ¿A quién joder
   por la más bella desdeñado?
   ¿Cómo a esta hija14 dar crianza?
   ¿Y el Perro-Zorra?15.
   Préstame la nodriza.
CORIFEO DE LOS HOMBRES.
   En mal terrible, desdichado,
   roes tu alma, abandonado.
   Te tengo piedad. ¡Ay!
   ¿Pues qué riñón resistiría
   o, di, qué alma, qué cojones,
   qué rabadilla ni qué culo
   esos espasmos
   sin joder de mañana?
CINESIAS.—¡Oh Zeus, terribles convulsiones!
CORIFEO DE LOS HOMBRES.
   Pues es así como te ha puesto
   la miserable y asquerosa.
CINESIAS.—No, no, es mi amiga y mi amor dulce.
CORIFEO DE LOS HOMBRES.
   ¿Dulce? ¡Canalla, oh Zeus, canalla!
   ¡Pudieras16, como a un pez de trigo
   otro gran  turbión y entre relámpagos
   llevarte a ésta volteándola
   y luego la soltaras; y ella
   de nuevo en tierra fuera a dar
   y de repente
   se encajara la punta!





Aristófanes: Las avispas. La paz. Las aves. Lisístrata. Madrid, Cátedra, 1987. Traducción de Francisco Rodríguez Adrados.
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1 El «derecho» alude al tema de la escena que sigue.
2 En la vertiente sur de la Acrópolis. Cloe es un epítero de Deméter, es «la verde».
3 Es un nombre parlante (kineomai, «moverse»).
La copa por la que han jurado las mujeres.
5 Un demo o localidad del Ática.
Parodia de Belerofontes, de Eurípides, donde Estenebea, enamorada del héroe, decía siempre  «para el huésped corintio».
Después del acto sexual no se puede entrar, sin purificarse, en un lugar sagrado como la Acrópolis.
Fuente situada debajo de la gruta de Pan.
Era un tema tópico de la comedia el presentar a Heracles, caracterizado como glotón, quedándose sin el festín prometido.
10 En realidad, una venda de tela que aprieta el pecho.
11 Peor que el de Siria, que era el más renombrado. Hay alusión a la defección reciente de Rodas.
12 Estos perfumes son en realidad ungüentos, fabricados cociendo aceite con plantas aromáticas.
13 En el sentido sexual ya visto en la escena de la mujer que quería irse a casa a «pelar» el lino.
14 Su miembro.
15 El «Perro-Zorra» Filóstrato era el dueño de una casa de prostitución, a quien Cinestias pide que le deje contratar a una de sus pupilas.
16 Dirigido a Zeus. Parodia de pasajes épicos y trágicos.



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