"Ustedes, por si acaso, amen sin freno ni precaución. No vaya a ser que el infierno no exista y estemos haciendo el tonto. Amen sin mesura, sin importar si lo gastan todo o si se quedan secos en el intento.
Amen con arrojo y valentía, con locura y sin moderación, dejando que su alma explote y dispare ilusión y hallazgo. Amen con ternura detenida y con ansiedad de lluvia. Amen compartiendo viaje, amen sin preguntarse cómo, ni dónde ni porqué. Amen con el alma abierta dejando que suceda el constante fluir, sin interceptar ni la más mínima gota de amor que pueda brotar en ese encuentro.
Amen como el pintor moldea su trazo, amen con dulzura de embarazo, amen con pasión, con trueno. Hagan el mismo amor que las hojas al caer en su estación dormida, amen con bondad de necio, con dulzura de mecida. Amen como el árbol ama al paisaje, amen con el susurro manso de una ola lamiendo la orilla, amen bravo como la tormenta soltando pasión a raudales. Amen suave o amen fuerte, pero amen.
Amen como si no hubiera un mañana ni como si hubiera habido nunca un ayer. Amen como si todo se fuera a diluir entre las manos; como si tan sólo les quedasen unos segundos de vida.
¿Por qué?
Porque, si realmente existe eso que dice la gente seria, eso que sucede cuando uno se va haciendo mayor y, de pronto, vamos perdiendo la ilusión y la magia y terminamos por convertirnos en gente gris, será mejor que, antes de acosar ese vértigo, hallamos disfrutado bien del amor en inocente oleaje. Habrá que aprovechar bien este momento antes de que nos convirtamos, indefectiblemente, en personajes tristes.
Ahora bien, supongamos la otra. Supongamos que eso que dice la gente seria no es verdad y que sólo existe porque la gente seria nunca amó ni se arrojó. Es decir, de tanto frío y tristeza, al final se quedaron helados; al final su corazón se calló. De tanto pensar, medir, calcular, dosificar, almacenar, empacar, destilar, rastrear y guardar al amor, al final se les secó.
Si esto es cierto, nos queda la otra opción. Y es que quizás, sólo quizás, si amamos sin mesura ni control, si amamos sin freno ni precaución, quizás podamos salvarnos y lleguemos a la adultez con la mirada limpia y llena de inocencia, ternura, ilusión y delirio.
Y digo, quizás, sólo quizás, si convertimos el amor en nuestro paso diario, si llevamos la inocencia por bandera y caminamos atentos dándole tiempo al cantar de la aves, a la voz de nuestra madre, al amigo bueno y al atardecer en el parque, quizás, sólo quizás, podamos salvarnos.
Sea como sea, amemos sin freno ni precaución. No vaya a ser que el infierno no exista y estemos haciendo el tonto".
***Del borrador del libro Los hombres con corazón de ojera (Poemas), de Julián Bozzo (2016).
VÍA: www.mundoaladuria.wordpress.com
____________
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Sedúceme con tus palabras...