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La cogió entonces con ferocidad, la coloca como había hecho conmigo, los brazos colgados del techo por dos cintas negras: yo estoy encargada de colocarle las vendas; examina las ataduras: viéndolas poco apretadas, las aprieta más, a fin, dice, de que la sangre salga con mayor fuerza; pulsa las venas, y pincha las dos casi al mismo tiempo. La sangre salta muy lejos: él se extasía; y colocándose de nuevo de frente, mientras que los dos manantiales manan, me hace arrodillarme entre sus piernas, a fin de que le chupe; él hace lo mismo a cada uno de sus queridos, sucesivamente, sin apartar la mirada de los chorros de sangre que lo excitan. Por mi parte, convencida de que el instante en que la crisis que espera se produzca significará el cese de los tormentos de la condesa, pongo todo mi esfuerzo en precipitar esa crisis, y me vuelvo, como veis, señora, ramera por beneficencia y libertina por virtud. Al fin llega el desenlace tan esperado, del que yo no conocía ni sus peligros ni su violencia; la última vez que se había producido, estaba desvanecida... ¡Oh, señora! ¡Qué extravío! Gernande llevaba cerca de diez minutos en pleno delirio, debatiéndose como un hombre enfermo de epilepsia, y lanzando unos gritos que se oirían a una legua de distancia; sus juramentos eran excesivos, y golpeando todo lo que le rodeaba, desplegaba unos esfuerzos terribles. Los dos miñones caen patas arriba; quiere arrojarse sobre su mujer, le retengo; acabo de chupársela: la necesidad que siente de mí hace que me respete; al fin lo devuelvo a la razón, desprendiéndole de aquel fluido encendido, cuyo calor, cuyo espesor, y sobre todo cuya abundancia, le ponen en tal estado de frenesí, que yo creía que iba a expirar; siete u ocho cucharas apenas habrían bastado para contener la dosis, y el potaje más espeso describiría mal su consistencia; con todo ello nada de erección, la apariencia misma del agotamiento: son unas contradicciones que explicarán los médicos mejor que yo. El conde comía en exceso, y sólo se desahogaba cada vez que sangraba a su mujer, o sea cada cuatro días. ¿Estaba ahí la causa del fenómeno? Lo ignoro, y no atreviéndome a explicar lo que no entiendo, me limitaré a referir lo que vi.
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Marqués de Sade, Justine o Los infortunios de la virtud. Barcelona, 1994. Tusquets Editores.
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Joer, vaya cuadro, parece sacado de una peli de cine gore. Lo que tienen que hacer algunos para llegar al asunto. Yo es que soy más de ducha calentita e imaginarme un buen culito en pompa, más que nada porque estoy a verlas venir, estos excesos en plan "La matanza de Texas", ufffff. Sobre todo a este que no le regalen una muñeca hinchable, que la pincha al primer intento, jajaja. Este conde tiene más peligro que'l "Manostijeras" haciéndole un dedito a su novia...
ResponderEliminarUn besito, menos sangriento y más ________________ (póngase en el hueco lo que cada uno desee)
Soy más de la dulzura, del conocimiento personal, de la íntima compenetración, de la belleza. Soy más de la caricia, del beso, de la palabra sentida, del abrazo. Dejo para otros el exclusivo contacto brutal, descarnado e inutil.
ResponderEliminarUn beso, adorable *L*.
UY¡ uy¡ que cosas...
ResponderEliminarBesitos,L con humor.
Justine es uno de los libros que más me ha impactado. Las depravaciones sexuales y de otro tipo que narra Sade, únicamente revisten la exposición de sus ideas en relación con las injusticias sociales, la hipocresía social, el dominio de los ricos sobre los pobres, la religión al servicio del poder, etc. Es un libro que me parece revolucionario y muy valiente, dada la época en que lo escribió. Lo de que además se pueda leer con una sola mano, quizá queda en anécdota.
ResponderEliminarA mí ese cuadro me da miedo, Driver, por no decir repelús.
ResponderEliminarVenga, relleno el hueco: "dulce". :)
Besos dulces para ti.
Haces bien, Pitt.
ResponderEliminarOtro beso para ti, so zalamero.
XD
Que no falte el humor, Mar.
ResponderEliminarBesitos de vuelta.
MUACKSSSSS!
¿Te puedes creer que lo leí con unos dieciséis o diecisiete añitos, Pepe? Como para no impactarme!!! O_o
ResponderEliminarBastantes años después ví una peli sobre el marqués de Sade y ahí es donde pude apreciar el porqué de sus ideas (qué agudo has estado en tu comentario). No de todas, pero sí de bastantes.
Coincido en lo anecdótico de una posible lectura superficial de éste o cualquiera de los escritos del marqués. :)))
Besos, Pepe.